foto by Gabriela Keseberg D.

Hace cuatro años La Paz fue nombrada una de las nuevas siete ciudades maravilla. Y realmente lo es, además de ecléctica. El título es merecido.

Empero eso no significa que no haya problemas varios, y el que más me llama la atención es el de la contaminación. Parece cada día peor. Vivir a esta altura sobre el nivel del mar con tan poco oxígeno es de por sí todo un reto. Si encima ese oxígeno está contaminado al máximo, sobrevivir acá se vuelve un verdadero milagro.

La contaminación más obvia es la del río Choqueyapu. Es, literalmente, una alcantarilla al aire libre que se contonea por toda la ciudad. Ni hablar de las verduras que son regadas con agua de este río y que después consumimos. ¿Es que somos suicidas? Además es una especie de “atracción” muy visible desde el medio de transporte favorito de los turistas, el teleférico. Pero eso poco sería, si no fuera porque es un atentado contra la salud de los ciudadanos que vivimos aquí todos los días. Si hay algo que me recuerda al Springfield de los Simpsons, es este río.

El siguiente tema es la contaminación vehicular insoportable, sobre todo la de carros a diésel. En lugares como el centro, por ejemplo por la Av. Camacho y la calle Santa Cruz, las personas que trabajan en puestos callejeros aspiran a diario toneladas de gases de escape. Pasa lo mismo con las pobres cebras, tan queridas, que entre sonrisa y sonrisa, se llenan los pulmones de humo negro. No se necesita ser médico para prever que las consecuencias de salud son graves. Lo “mejor” son los carros recogebasura de La Paz Limpia que en grandes letras dicen “La Paz ecoeficiente”. Mientras pasan te asfixian en una nube negra y tóxica de diésel. ¿Es burla? ¡Vamos a morir todos de cáncer de pulmón en un país en el que prácticamente no hay tratamiento para el cáncer! Doble castigo. Si por lo menos prohibieran la entrada de vehículos pesados a diésel al centro, donde hay menos ventilación, ya se ayudaría a la salud de la gente que vive y trabaja ahí. Si algo positivo se les puede ganar a los bloqueos de transporte es que por lo menos el nivel de contaminación de aire baja bastante esos días.

Y ni qué decir de la contaminación acústica, muy típica de ciudades latinoamericanas. Hay poca conciencia sobre el estrés que causan bocinazos sin sentido, música a todo volumen de tiendas y restaurantes y cientos de personas que no se enteran aún del invento de los audífonos. Parece haber una especie de alergia al silencio.

Lo que sí es muy bueno son los (dos) puntos de reciclaje y mejor aún, gente que lleva los deshechos plásticos, de vidrio etc. a estos puntos los domingos. Ojalá pronto haya más lugares de recolección, de preferencia permanentes,  y cada vez más gente que se anime a reciclar también en casa.

Incluso hay algunos supermercados que ya incentivan a que el cliente traiga su propia bolsa reusable y así se evite el uso de tanto plástico. Es un acto pequeño, pero de gran impacto, que todos podemos hacer.

Para que La Paz sea maravillosa al 100% debe serlo también en el cuidado del medio ambiente. Al fin y al cabo, no es sólo una atracción turística. Es nuestro hogar.

La escritora es es paceña de corazón. @gkdavalos

Publicado en: Los Tiempos y Página Siete, Bolivia.

De mi columna: Mundo en transición.

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