¡Más áreas verdes, menos cemento!

foto by Gabriela Keseberg Dávalos

Todos los fines de semana observo lo mismo: minibuses y buses repletos en dirección a Mallasa. Es uno de los pocos lugares donde la población paceña y alteña tiene un poco de respiro y contacto con la naturaleza. O veo ofertas totalmente saturadas de caminatas organizadas a las montañas o hacia el campo. El boliviano urbanita busca aire fresco y el contacto con la naturaleza el fin de semana, y eso es muy positivo.

¿Pero qué pasa si necesita un lugar para relajar durante la semana? Hay plazas, sí. Pero todos sabemos en qué estado se encuentran. Además las pocas partes verdes que tienen están cercadas. Es para mantenerlas cuidadas, dicen. Pero lamentablemente también las aleja del ser humano y viceversa.

El contacto con la naturaleza es prácticamente nulo para los niños.

Asimismo, me llama la atención que muy pocos colegios tienen áreas verdes. Desde el teleférico en La Paz se ve muy bien que sus patios son puro cemento. Son espacios grises y fríos. El contacto con la naturaleza es prácticamente nulo para los niños. Peor aún, no tienen ni siquiera el hábito de salir y buscar naturaleza porque no crecen con ella tampoco en casa.

Mientras más grande una ciudad, más espacios verdes y árboles debe tener. Las personas necesitan poder ir a algún lugar donde puedan relajar, tranquilizarse, tomar sol y alejarse del ruido, y caos de la ciudad. Necesitan que haya plantas y árboles fuertes, y sanos que limpien el aire. Necesitan contacto con la tierra. La salud se beneficia, ya que las áreas verdes automáticamente están menos contaminadas. En Escocia los médicos ahora incluso recetan a los pacientes pasar tiempo en la naturaleza, para ayudar a reducir la presión arterial, por ejemplo. También reduce la depresión y fortalece el sistema inmunológico. Gente que vive en el campo rara vez tiene alergias.

Está comprobado que a los niños les ayuda en su desarrollo cognitivo jugar en la naturaleza. Trepar árboles, hacer volteretas en el pasto, plantar plantas, ver y reconocer insectos, jugar al aire libre en general, todo eso es importante para el desarrollo. ¿Díganme cuántos niños urbanos bolivianos hoy en día saben treparse a un árbol o tienen contacto con animales más allá de un perro o un gato?

Las ciudades bolivianas, sobre todo las principales, están creciendo a una velocidad increíble. La mancha urbana de Cochabamba creció un 30% entre 2010 y 2016 y crecerá un 3,5% por año hasta el 2030, según un estudio reciente. Eso no sólo significa falta de espacio, posibles crisis de agua, de manejo de desechos o de energía eléctrica. Significa también mucha más gente en menos espacio, más tráfico y más estrés. Puede llevar incluso a más conflictos entre ciudadanos.

Es por eso que es indispensable que haya más “verde” (y no me refiero a pasto artificial). Puede ser en forma de áreas verdes para poder jugar, pasear, descansar y desconectar. Pero también deben haber más árboles, plantas e incluso huertos urbanos. Así el urbanita aprende a apreciar los alimentos que nos da la naturaleza y el trabajo que significa hacer crecer una verdurita. Todos los nuevos adefesios (edificios) que están siendo construidos en las grandes ciudades deberían estar obligados a tener espacios verdes para sus habitantes, no sólo mini jardineras en la entrada.

En una urbe “moderna” el contacto constante con la naturaleza es vital.

Cochabamba está dando buenos pasos con su nueva ley, la de Incentivo a Edificaciones Sustentables Ecológicas y La Paz tiene ya la Ley 321 para la Promoción de Huertos Urbanos en el municipio. De seguro muchos ciudadanos estarían dispuestos a ayudar ellos mismos a construir espacios verdes si no fuera por la increíble burocracia y lentitud en dar permisos.

Sí, todo esto cuesta dinero. Pero el beneficio para la salud de los ciudadanos e incluso la armonía entre ellos compensa de lejos. Una urbe “moderna” no es aquella que se llena de cemento y edificios altos. Es más bien un lugar que hace todo para ayudar a que sus ciudadanos puedan vivir tranquilos, sanos y ser la mejor versión de sí mismos. Y para lograr eso, el contacto constante con la naturaleza es vital.

Gabriela Keseberg Dávalos es politóloga y ecologista.

Twitter: @gkdavalos

Publicado en: Página Siete y Los Tiempos, Bolivia.

De mi columna: Mundo en transición

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