Actualmente hay protestas masivas en dos lugares clave en el mundo. Se trata de las manifestaciones en Moscú y Hong Kong. Geográficamente están muy lejos de Bolivia, sin duda, pero no significa que no tengan relevancia a nivel mundial e incluso de manera directa para nosotros.

En la capital rusa, los ciudadanos están peleando por su derecho a elecciones libres y limpias. Los moscovitas quieren ellos mismos poder elegir quién los representa y no ser simplemente extras en una farsa de votación manipulada. Exigen que se admita a candidatos independientes. A pesar de que éstos cumplieron con todos los requisitos, la comisión electoral los rechazó para la votación local de septiembre.

Primero se les puso la casi imposible tarea de conseguir un promedio de 200 firmas por día, en sólo treinta jornadas. Pero la gente se movilizó. Logró conseguir las firmas a tiempo. Después se les observó muchísimas de ellas, alegando que no eran reales. Gente que firmó se presentó a validar su signatura y se le dijo que no, que “no existía”. ¿Absurdo? ¡Totalmente! Pero no increíble en un país totalitario, con terror de perder el poder.

En Hong Kong los ciudadanos defienden sus libertades fundamentales y la garantía del Estado de derecho. Todo comenzó con una nueva ley que permitiría deportar a supuestos criminales a China. Ahí, según muchos en Hong Kong, el estándar de justicia no es equivalente y, por lo tanto, estaban en contra. Los manifestantes lograron que esa ley se revoque, pero ahora quieren garantías de que se mantendrán sus libertades esenciales. Todas.

En ambos lugares gente de todas las edades y de todas las clases sociales ha salido a las calles. En Moscú fueron “de paseo” alrededor de 60.000 personas el pasado fin de semana, ya que la protesta no era permitida. En Hong Kong, cientos de activistas ocupan desde hace días el aeropuerto, uno de los más importantes en el mundo.

Ciudadanos comunes, como tú y yo, contra dos de los gobiernos más poderosos y más autoritarios del mundo.

Son batallas de David contra Goliat. Ciudadanos comunes, como tú y yo, contra dos de los gobiernos más poderosos y más autoritarios del mundo. En los dos casos la brutal represión policial de las primeras protestas sólo tuvo el efecto contrario: salió aún más gente a la calle, incluyendo personas mayores y familias con niños pequeños. En Hong Kong, una manifestante perdió un ojo en los enfrentamientos con la Policía. Ahora todos usan un parche sobre un ojo, en solidaridad con ella. Las imágenes son impresionantes.

El chance de éxito a corto plazo es poco probable. Mientras escribo estas líneas, la situación evoluciona rápidamente hacia la violencia, sobre todo en Hong Kong. Pero no por eso son menos relevantes y francamente, admirables estas protestas. En primer lugar, demuestra que la represión de personas y sobre todo de ideas no funciona o sólo hasta cierto punto. También muestra que incluso economías tan pujantes como la China, no son inmunes a la ebullición del descontento. Y en el caso de Moscú, evidencia que tratar al elector de necio es, pues, necio.

Vale la pena seguir con atención las noticias de estos dos lugares. Los que están en el poder no se darán por vencidos tan fácilmente. Pero eso no significa que las protestas no tengan una oportunidad. Porque, recordemos, al final de la historia de David contra Goliat ¿quién gana?

Gabriela Keseberg Dávalos es politóloga.

Publicado en: Página Siete y Los Tiempos, Bolivia. De mi columna: Mundo en transición

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