En teoría seguimos en aislamiento estricto. Pero durante las mañanas las calles están llenas de gente, de autos y últimamente también de bicis.

La necesidad de transporte libre de riesgo de infección es evidente y se agravará aún más después de la cuarentena. Aunque los sindicatos de transporte están planteando medidas creativas, ninguna inspira demasiada confianza. La poca disciplina de la gente tampoco ayuda. Así que la gran incógnita, a nivel mundial, es cómo van a trasladarse las personas, que usualmente van en transporte público, sin exponerse al virus.

En búsqueda de soluciones ya varias ciudades del mundo analizan la idea de más y mejores ciclovías para sus habitantes. Milán, Nueva York y Bogotá fueron las primeras urbes en ponerse las pilas. A la par, hay un boom de compra de bicis a nivel global. En Francia e Italia ahora se incentiva el ciclismo con bonos para adquirir o reparar bicicletas. Una razón para optar por ellas es la ya mencionada necesidad de movilizarse sin peligro de contagio. Pero también hay otro plus añadido, más urgente que nunca: bajar la contaminación de aire. Durante la cuarentena ésta bajó significativamente por la poca circulación de autos.

¿Porqué importa tanto mantenerla baja? Un estudio de Harvard ha comprobado que los casos de COVID-19 son más frecuentes en ciudades altamente contaminadas. La polución de aire hace más propenso al organismo humano a enfermedades respiratorias. Eso facilita el ingreso del virus al cuerpo.

Los casos de COVID-19 son más frecuentes en ciudades altamente contaminadas.

Gracias a la cuarentena, en La Paz y Chuquisaca la calidad de aire a mediados de abril mejoró casi un 60%. En Tarija, un increíble 85%. Mientras que, en Cochabamba, una de las ciudades más contaminadas del continente, cambió un 50%.

Sin duda añadir ciclovías al tráfico implica retos logísticos y de educación vial. En una ciudad como La Paz, con cuestas, o en urbes con calles angostas, puede ser complicado. Una opción interesante para las calles empinadas son las bicis eléctricas (todavía caras) o los kits de conversión para poner en bicis normales.

En todo caso es hora de ofrecer opciones al ciudadano. Toca crear una infraestructura vial para los ciclistas. Ésta debe mantenerlos a salvo de autos, estar separada de la zona peatonal y no ser obstaculizada, por ejemplo, por puestitos de venta.

Por ahora los pocos valientes que se animan a salir en bicicleta en el país se las arreglan como pueden. En El Alto usar la bici no es nada nuevo, pero falta la ya mencionada infraestructura. Cochabamba es de las pocas ciudades con una red para ciclistas extensa. A las demás urbes, grandes o pequeñas, les convendría adaptarse a esta creciente tendencia de transporte. La crisis actual ofrece una excelente y quizás única oportunidad de probar, literalmente, nuevos caminos. Es el momento para implementar una red de ciclovías seguras a lo largo y ancho de la mancha urbana boliviana.

No esperemos que la gente deje la bici una vez que vuelvan los autos y buses. De hecho, es poco probable. En redes sociales, como Facebook, se ve bastante movimiento de demanda por bicicletas, nuevas o de segunda mano. Por eso las autoridades deben trabajar con la sociedad civil. Juntos pueden idear un plan de servicios básicos necesarios para ciclistas. También las empresas privadas pueden incentivar este deporte, que tiene tantos beneficios para la salud. Quizás incluso podrían dotar a sus trabajadores de bicis.

Varios grupos ambientalistas y el movimiento pro-ciclismo Masa Crítica ya se han pronunciado sobre el tema ante las autoridades nacionales. Algunos municipios han ampliado sus ciclovías o tienen programas piloto en este sentido. Tales iniciativas merecen nuestro apoyo, como también el de los ministerios correspondientes y gobernaciones.

La pandemia nos obliga a repensar muchos aspectos de nuestra vida, entre ellos la cuestión de cómo nos movilizamos y qué calidad de vida queremos tener a futuro en este planeta. Es tiempo de reinventarnos. No sólo por el virus, sino para lograr el bienestar general y permanente de nuestra sociedad.

Gabriela Keseberg Dávalos es politólogo, ecologista e iniciadora de la campaña #PumasEléctricos (change.org/pumaselectricos).

Publicado en Los Tiempos y Página Siete, Bolivia.

De mi columna: Mundo en transición

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