foto by Joshu Lanzarini, unsplash

Cada vez más gente vive en las ciudades. Datos del censo 2012, o sea hace ocho años, indican que casi el 70% de la población boliviana es urbana. Con la crisis económica que se viene, el cambio climático y la pérdida de trabajos, habrá aún más migración hacia las ciudades en las próximas décadas. Eso significa que grandes áreas de agricultura estarán cada vez más alejadas, el transporte de alimentos tomará más tiempo y progresivamente menos gente se dedicará a la labranza de la tierra.

Mientras tanto hay sobrepoblación en las ciudades y la demanda por alimentos a la mano crece. Una manera fácil y rápida de contrarrestar este problema es el incentivo de huertos urbanos, ya sea en casa o en el barrio.

La pandemia ha tocado absolutamente todos los aspectos de nuestra vida, poniendo al descubierto muchos descuidos. Uno de ellos es nuestra alimentación poco sana. Esto afecta a nuestro sistema inmunológico y nos hace propensos a enfermedades como el Covid-19.  Pero si somos nosotros los que plantamos, cuidamos y cosechamos nuestras verduras y hierbas, podremos tener la certeza de que no están contaminadas o con pesticidas. Eso nos concientiza sobre lo que nos llevamos a la boca.

Tener un huerto urbano tiene varias ventajas. Una de ellas es que aprendemos a apreciar las bondades de la naturaleza y la ardua tarea de la agricultura. Los urbanistas estamos acostumbrados a simplemente ir a comprar todo o directamente tenerlo sobre el plato.  No valoramos todo el trabajo, esmero y cariño que implica hacer crecer una verdura o fruta. Tener que hacerlo uno mismo, por más de que sea a pequeña escala, nos enseña cierta responsabilidad.

También está el factor económico, sobre todo en tiempos tan difíciles como los actuales. Tener un huerto propio significa menos gasto a la larga. Hay incluso métodos que no necesitan de tierra, si no sólo de agua. Y a modo de reciclar, se puede usar botellas PET como macetas.

En Bolivia hay un tema adicional que hace urgente tener un huerto propio: los constantes bloqueos. Cosechar vegetales en casa nos hace independientes. Nos blinda, al menos un poco, del sobreprecio de alimentos al que nos vemos expuestos cada tanto tiempo por algún conflicto, en especial en el eje troncal.

Cosechar vegetales en casa nos hace independientes.

En varias ciudades del país ya se están implementando huertos urbanos en diferentes barrios y escuelas. Ahora lo que toca es incentivar a más gente a explorar esta opción, ampliar los programas y volverlo visible y totalmente común.

Muchos dirán “no tengo espacio” en el departamento o casa. Pero basta con un espacio de 1 metro cuadrado en la cocina o balcón. Además, los edificios no aprovechan el área de su techo. Es un lugar perfecto para poner un huerto urbano. Al volver nuestros techos “verdes” ayudamos también a producir oxígeno y a combatir el calentamiento en las ciudades.

Si se decide organizar un huerto con los vecinos, crea además un sentimiento de comunidad y responsabilidad compartida. Durante este último año, con los conflictos y la pandemia, nuestros vecinos han dejado de ser anónimos. ¿Porqué no aprovechar el momento y volver la relación sustentable y duradera, quizás llevando incluso a más emprendimientos barriales? El huerto puede ser el primer paso.

Las iniciativas de alcaldías y sub-alcaldías que ya existen en varias ciudades bolivianas son un excelente inicio. Ahora necesitan ser socializadas más. A menudo pasan desapercibidas. También las futuras autoridades nacionales deben darles un impulso a estos proyectos en todo el territorio.

La seguridad alimentaria es vital para el bienestar de cualquier sociedad.

La seguridad alimentaria es vital para el bienestar de cualquier sociedad. Con más fondos se puede ampliar los proyectos ya existentes y llegar a más personas con cursos de capacitación. Esto ayudaría a la gente a perder el miedo y a comenzar a plantar.

Parte vital de una vida más sana es una mejor alimentación. Es saber de dónde viene nuestra comida y apreciar el esfuerzo que está detrás de hacer crecer nuestro propio alimento. Esta “contracorriente” a un estilo de vida rápido y de alto consumo aún está minoría en Bolivia, pero está ganando cada vez más adeptos.

Gabriela Keseberg Dávalos es politóloga y ecologista. Twitter: @gkdavalos.

Publicado en Página Siete y Los Tiempos, Bolivia el 25.08.2020

De mi columna: Mundo en transición

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