Hora de liderazgo ciudadano

Cada época tuvo uno o varios líderes que supieron inspirar a miles: a intentar mejorar el mundo, a cambiar el modo de pensar de la sociedad, a ser mejores seres humanos y a convivir de manera más igualitaria y pacífica.

¿Y hoy en día? Líderes mundiales como el presidente de EE.UU. Donald Trump llaman a la división e incluso a la violencia entre compatriotas. Titulares sobre ataques verbales de macho alfa irresponsable nos sorprenden cada día en las noticias. Y no es sólo él. La lista de jefes de Estado que buscan más el beneficio propio que el de la sociedad a la que supuestamente sirven, es extensa. Les encanta escucharse a sí mismos. Hablan mucho, hacen poco. Se aferran al poder con todas sus fuerzas. No dejan surgir a nadie. Los domina el miedo de caer en la irrelevancia, en el olvido y de seguro en uno que otro juicio de responsabilidades.

Además, subestiman como sus palabras y sus actos son tomados como término de referencia por su población.

¿Que el presidente de un país no respeta la ley? Pues entonces el ciudadano de a pie ¿porqué debería?

¿Que es un corrupto? Pues viva la corrupción en todas las esferas de la sociedad.

¿Que no tiene nada de educación, formación, ni ganas de superación? Si así se llega a ser presidente, pues entonces ¿para qué estudiar, para qué esforzarse?

Líderes de verdad, aquellos que comprometen su vida a una causa más grande y más importante que su ego, hay poquísimos. Pero existen. Y a veces están más cerca de lo que uno cree. En el colegio, en el barrio, en la universidad, en el trabajo.

¿Cómo reconocer o incluso ser uno? Pues líderes son aquellos que toman iniciativa. Son los que no le temen a la responsabilidad, al trabajo duro. Son los que ven un problema y en vez de decir “así nomás es”, dicen “hay que cambiar esto, no puede seguir así.”

Son los que escuchan a todas las partes.  Respetan la ley y tienen consideración con el prójimo. Se toman el tiempo de reflexionar sobre los problemas que nos aquejan y las posibles soluciones. Sienten empatía y compasión por los demás.

No te pedirán seguir como una oveja más de un rebaño. Te pedirán que participes, que aportes con tus ideas y tu pensamiento crítico. No te reclamarán cuando tengas una opinión contraria. Un buen líder siempre te dará la libertad de decir lo que piensas y de ser escuchado sin consecuencias.

Razonan antes de tomar decisiones que afectan la vida de otros. No se dan por vencidos cuando no todo funciona de buenas a primeras. Y sobre todo: sabrán admitir cuando hayan cometido un error.

La verdad es que muchos líderes mundiales están demasiado ocupados mirándose al espejo y escuchando adulaciones. No entienden que ser líder no es sólo gozar de privilegios. Es sobre todo responsabilidad y deber.

Así que he aquí algunas alternativas: te puedes encoger de hombros y seguir adelante con tu vida como si nada. Puedes esperar a que tal vez un día esos líderes recapaciten.

O: puedes decidir tomar las riendas en tus manos y hacer tú algo por tu sociedad. Por ejemplo a nivel institucional, barrial, local o incluso más alto.

Porque si crees que el peligro emana sólo del líder falto de moral y valores, te equivocas. Es peligroso también todo aquel ciudadano que tolera esa irresponsabilidad sin decir ni hacer nada al respecto.

Tú decides: ¿esperar o actuar?

La autora es politóloga. Fue alta asesora política del vice-presidente del Parlamento Europeo. @gkdavalos

Publicado en: Los Tiempos, Página Siete y El País (Bolivia).

De mi columna: Mundo en transición

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